En momentos en que el horrible de los analistas de la relación de Estados Unidos con América latina esperaba que, a menos de un mes de su posesión, los pronunciamientos del reelecto presidente Donald Trump sobre la región se concentraran en las dictaduras de Venezuela y Cuba, el líder republicano apuntó para otro lado. El sábado, en su cuenta de Truth Social, amenazó con exigir “que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”si las autoridades panameñas no bajan las tarifas de paso a las naves estadounidenses.
“Cuando el presidente Jimmy Carter tontamente lo regaló, por un dólar, durante su mandato, fue solo Panamá quien lo administró, no China ni nadie más”, agregó.
“Tampoco se le permitió a Panamá cobrar a Estados Unidos, a su Armada ya las corporaciones que hacen negocios dentro de nuestro país, precios y tarifas de pasaje exorbitantes (…) Si no se respetan los principios, tanto morales como legales, de este magnánimo gesto de donación, exigiremos que se nos devuelva el Canal…”, concluyó.
El mandatario electo, que no dudó en calificar el Canal como “un activo nacional vital” de los Estados Unidos, parece apuntar a que el gobierno de China tiene una injerencia excesiva en el manejo de la vía interoceánica. Y Pekín se dió por aludido. Mao Ning, el portavoz de la Cancillería china, dijo este lunes que el gobierno chino “siempre ha respetado la justa lucha del pueblo panameño por la soberanía” del Canal.
El domingo, el presidente panameño, el derechista José Rafael Mulino, reaccionó en tono firme. “Cada metro cuadrado del Canal de Panamá es de Panamá y lo seguirá siendo. La soberanía e independencia de nuestro país no son negociables”, expresó Mulino en su cuenta de X, antes de recordar que los tratados Torrijos-Carter que, en 1977, definieron el retorno del Canal y de su zona adyacente a Panamá al terminar el siglo. XX, garantizarán “la neutralidad permanente del Canal”.
Los derechos de Panamá sobre el Canal son indiscutibles, amparados por el derecho internacional bajo el principio ‘pacta sunt servanda’, que obliga a respetar los tratados válidamente celebrados y ratificados.
Mulino estaba sorprendido. Como muchos derechistas de la región, se alegró por el triunfo de Trump y fue uno de los primeros en felicitarlo, a las pocas horas de su triunfo: “Felicito a Trump por la victoria obtenida en la elección presidencial de los Estados Unidos y al pueblo de ese país por fortalecer la democracia”, escribió entonces en X.
Desde la orilla contraria, el presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, salió a respaldar a Panamá. “Hasta las últimas consecuencias estarán al lado de Panamá y la defensa de su soberanía”, escrito en X.
Se le unió uno de sus más acérrimos opositores, el expresidente Andrés Pastrana. “Los derechos de Panamá sobre el Canal son indiscutibles -escribió en sus redes sociales-, amparados por el derecho internacional bajo el principio ‘pacta sunt servanda’, que obliga a respetar los tratados válidamente celebrados y ratificados”. Desde derecha, centro e izquierda, se sucedieron en América latina otros rechazos a las declaraciones de Trump.
La zancadilla al presidente argentino Javier Milei
Si el panameño Mulino se sorprendió, el mandatario argentino Javier Milei quedó estupefacto, pero no por una declaración de Trump, sino por un nombramiento que parece un ataque directo contra quien, hasta ahora, lucía como el presidente latinoamericano más apreciado por el republicano. Tan cercano a Trump que, apenas diez días después de las elecciones estadounidensesfue el primer jefe de Estado del mundo en reunirse con Trump, en el complejo de Mar-a-Lago, Florida.
“Me complace anunciar que Mauricio Claver-Carone será el Enviado Especial del Departamento de Estado para América Latina”, anunció el domingo Trump.
El expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Claver-Carone, nacido en Miami de padres cubanos, es una figura polémica: menos de dos años después de convertirse en el primer estadounidense a la cabeza del BID, en 2022 debió dejar el cargo por decisión unánime del Directorio Ejecutivo, tras una investigación que concluye que había mantenido una relación romántica con su jefa de gabinete, Jessica Bedoya, a quien le subió dos veces el sueldo (40% de alza total).
En el trumpismo, esos enredos nunca son impedimento. Lo grave para Milei es que Claver-Carone ha sido un ácido crítico de su gobierno, y en especial de su ministro de Economía, Luis Caputo, y del jefe de gabinete del mandatario, Guillermo Francos. En julio, en una entrevista con el diario El Observador USA, Claver-Carone acusó a Milei de aplicar “políticas peronistas” e integrar su equipo con “personas de trayectoria peronista”.
Milei en el exterior habla extraordinario, en las conferencias internacionales habla como un verdadero liberal ortodoxo
Guillermo FrancosJefe de Gabinete de Javier Milei
“Milei en el exterior habla extraordinario, en las conferencias internacionales habla como un verdadero liberal ortodoxo“declaró el nuevo Enviado Especial para América latina de Trump. “Pero domésticamente -agregó- tiene un equipo que está gobernando como peronista”. Al ministro de Economía Caputo, a quien Milei ha calificado como el mejor de la historia argentina en ese cargo, Claver-Carone lo tildó de “más de lo mismo” y aseguró que está aplicando las mismas medidas que fracasaron en la presidencia de Mauricio Macri, cuando Caputo era presidente del Banco Central.
Con Francos, jefe de gabinete de Milei, la pelea de Claver-Carone es personal. Francos era representante de Argentina en el BID, y desde ese cargo, según el nuevo Enviado Especial, conspiró para sacarlo de la presidencia del banco. Una vez dejó el cargo, Claver-Carone dijo de Francos que era “lo peor de la casta política argentina” y de ser “más kirchnerista que Cristina (la expresidente Fernández de Kirchner) y más albertista que Alberto (el expresidente Fernández)”. “Es un cínico”, remató en declaraciones al diario argentino La Nación. Ni Milei ni vocero alguno de su gobierno han comentado la designación, prueba del desconcierto que les producen.
“Nada de esto es muy estratégico por parte de Trump”, le dijo a EL TIEMPO este lunes, en París, un diplomático europeo que sigue la situación en el continente americano. “En vez de enfocarse en Cuba, Venezuela y Nicaragua, -comentó la fuente- Trump mete enredos a un presidente derechista, el de Panamá, y su nuevo Enviado Especial para la región resulta ser un enemigo declarado de Milei.el gran amigo de Trump”. Para el diplomático “esto prueba que hay muchísima improvisación”.
Y de Venezuela y Cuba, ¿qué?
A 15 días de la toma de posesión de Nicolás Maduro para un nuevo período presidencial en Venezuela, tras el escandaloso robo electoral de julio, la nueva administración Trump casi nada ha dicho sobre el tema. Eso sí, el designado secretario de Estado, Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos nacido hace 53 años en Florida, lleva años atacando al régimen chavista, y criticó con dureza que la administración de Joe Biden aliviara algunas de las sanciones económicas y se decidiera a comprarle unos 200 mil barriles diarios de petróleo a Caracas.
¿Qué medidas pueden impulsar a Rubio para debilitar a Maduro? Es cierto que, tras las evidencias del fraude de julio, el régimen de Caracas está más deslegitimado que nunca, tanto a nivel interno como en el exterior. De hecho, aparte de Rusia, Irán, China y unos pocos países más, la inmensa mayoría de la comunidad internacional no reconoce a Maduro como ganador de las elecciones. Ni siquiera los gobiernos izquierdistas de México, Colombia y Brasil, lo han hecho, aunque ya las cancillerías mexicanas y colombianas anunciaron el envío de delegaciones -de mediano nivel, eso sí- a la toma de posesión.
Algunas pistas sobre lo que la nueva administración trumpista puede hacer, las dió este fin de semana Carlos Díaz-Rosillo, en una entrevista con el jefe de redacción de El Observador USA, Andrés Fidanza. Trumpista convencido, Díaz-Rosillo es director del Centro Adam Smith, de Florida, y fue subsecretario de Defensa en el primer mandato de Trump.
Según él, frente a Venezuela habrá “una línea mucho más dura, en contra del régimen, ya favor de la democracia y la libertad económica”. Para Díaz-Rosillo, esa línea dura se manifestará con un aumento de las sanciones económicas a Caracas pues, explica, “se puede funcionar de una manera muy estratégica y utilizar el poder retórico de la Presidencia para mandar un mensaje muy claro de que no puedes tener elecciones y robarlas sin consecuencias”.
Consultado sobre el tema de Cuba, el exsubsecretario apuntó en la misma dirección: “… mantener la línea dura, en contra del régimen y en contra de los militares y en contra de los servicios de inteligencia”.
Nada de eso suena muy concreto. Aunque está debilitado, y la gente más empobrecida que nunca, el régimen cubano lleva más de seis décadas de supervivencia a las sanciones. Y en cuanto a Venezuela, si bien perder lo que había ganado Maduro con Biden es un duro golpe, las sanciones no lucen suficientes para derribarlo.
Como dijo la fuente diplomática en París, hasta ahora no asoma una estrategia clara. “Muchos anuncios improvisados, tan locos como, en otros frentes, la sugerencia de Trump de convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión, o que Estados Unidos se apodere de Groenlandia, es lo que hemos visto también para latinoamérica con lo del canal de Panamá”, agregó.
El foco está centrado en las deportaciones masivas de ilegales latinoamericanos a sus países.. Ya Biden las había disparado: cerca de 280 mil entre octubre de 2023 y septiembre de 2024, con más de 80 mil a México y cerca de 15 mil a Colombia. La cifra total es casi el doble del mismo período entre 2022 y 2023.
Trump promete dispararlas. Eso no va a ayudar a los gobiernos de centro y derecha, pues muchos de los deportados pueden terminar engrosando el caudal electoral izquierdista de los países latinoamericanos. Quienes en la región se hacen ilusiones con que la llegada de Trump marque el final para las dictaduras izquierdistas, pueden terminar decepcionados.
MAURICIO VARGAS
ANALISTA SENIOR