En línea pero desempleados: la realidad económica de los jóvenes latinoamericanos en la era digital


En un contexto de creciente digitalización de la economía, los jóvenes latinoamericanos se encuentran en una encrucijada marcada por contrastes económicos y sociales. Los millennials y la generación Z, representantes de una fuerza laboral en constante crecimiento, están en el epicentro de la transformación digital, en la que las desigualdades, la informalidad laboral y la necesidad de adaptarse al auge de la inteligencia artificial (IA) plantean importantes desafíos.

Como explica a Equal Times Francesco Carella, especialista regional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para América Latina y el Caribe, los desafíos de la era digital impactan profundamente en la realidad económica de los jóvenes de la región. Estos desafíos abarcan desde la protección de los datos personales de los trabajadores hasta la urgente necesidad de establecer una gobernanza internacional sobre las plataformas digitales y la regulación del teletrabajo y el trabajo remoto.

Además, la creciente necesidad de adquirir habilidades digitales, que se aceleró con la pandemia de Covid-19 y afecta especialmente a los jóvenes, requiere medidas para frenar la precariedad de la fuerza laboral en una región ya afectada por altas tasas de desempleo e informalidad laboral.

“Las desigualdades en América Latina tienen un impacto significativo en la situación laboral de los jóvenes, particularmente en el contexto de la creciente digitalización y el auge de la inteligencia artificial”, afirma Nallely Domínguez, integrante del Comité de la Juventud Trabajadora de las Américas (CJTA) de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA). Según Domínguez, la región está rezagada en la inclusión de los jóvenes en el mercado laboral. No solo enfrentan obstáculos para encontrar trabajo, sino que cuando lo hacen, a diferencia de los trabajadores de mayor edad, los empleos que desempeñan tienden a ser informales o precarios.

Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), al menos el 23 por ciento de los jóvenes latinoamericanos no estudia ni trabaja, mientras que casi el 16 por ciento de los adolescentes no asiste a la escuela.

Además, más del 70 por ciento de los jóvenes que no estudian ni están empleados en el mercado laboral son mujeres, lo que refleja las barreras socioeconómicas, educativas y de género que restringen las oportunidades de participación decente en el mercado laboral.

En la mayoría de los países de la región, la tasa de desempleo entre los jóvenes es aproximadamente tres veces mayor que la de las personas mayores. Además, el 53,4% de los jóvenes de 15 a 29 años se ve afectado por la informalidad laboral, lo que perpetúa aún más el ciclo de pobreza y desigualdad en la región.

Según Domínguez, la disparidad en el acceso a la educación en la región priva a muchos jóvenes de una formación de calidad que los prepare para los empleos del futuro, especialmente los vinculados a la tecnología. Sin estas competencias digitales, el futuro que les espera es más probable que esté caracterizado por la incertidumbre, la precariedad laboral y la exclusión económica.

“La digitalización del trabajo puede profundizar las desigualdades existentes, ya que quienes tienen un acceso limitado a la tecnología y a la educación digitalizada se enfrentan a mayores obstáculos para acceder a empleos de calidad. Esto puede ampliar la brecha entre los jóvenes que tienen acceso a las oportunidades digitales y los que no lo tienen”, añade.

La precariedad en la era digital, una realidad para los jóvenes trabajadores

“Los jóvenes de la región enfrentan una creciente intermitencia laboral, que en parte se puede atribuir a su constante entrada y salida de la fuerza de trabajo. Esta mayor inestabilidad ocupacional también está estrechamente vinculada a su alto nivel de participación en el trabajo informal, que a menudo se caracteriza por la precariedad y la baja cualificación”, afirma Carella de la OIT.

Advierte que esta inestabilidad compromete la capacidad de los jóvenes para adquirir las competencias necesarias para su futuro profesional, incluidas las digitales, lo que no solo los condena a tener bajas expectativas para su carrera profesional, sino que también los deja más vulnerables.

En Bolivia, por ejemplo, una circular del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) revela que la mayoría de los jóvenes económicamente activos (52%) se encuentran en el sector informal, donde trabajan en empleos precarios y sin protección social. Muchos de ellos (60%) realizan jornadas extenuantes de hasta 14 horas diarias.

El empleo informal deja a los jóvenes sin garantías y prestaciones básicas como seguro médico o vacaciones pagadas, lo que les dificulta planificar a largo plazo y les genera inseguridad a ellos mismos y a sus familias. También los expone a acontecimientos imprevistos como enfermedades repentinas o pérdida del empleo, lo que agrava su situación ya de por sí precaria.

Al mismo tiempo, la digitalización en el ámbito laboral, que se intensificó durante la pandemia, también ha planteado nuevos interrogantes en materia de regulación laboral. Modalidades como el teletrabajo, el emprendimiento y el trabajo por cuenta propia han ganado protagonismo, atrayendo el interés de los Millennials y la Generación Z hacia estos nuevos espacios de trabajo, que plantean nuevos desafíos.

“Si nos escuchas como jóvenes, muchas veces puede parecer que hemos incorporado el discurso emprendedor, con la posibilidad de elegir horarios y tener cierta autonomía sobre nuestro tiempo. Pero no es necesariamente así”, afirma Domínguez. Según ella, ser autónomo no implica necesariamente renunciar a los derechos obtenidos a través de la lucha sindical. Por el contrario, sostiene que estos cambios “nos desafían a reimaginar y redefinir nuevos derechos laborales en lo que se llama la ‘revolución 4.0’, para garantizar mejores condiciones para la clase trabajadora”.

En este sentido, el teletrabajo, por ejemplo, surge como una modalidad “asociada a una relación de dependencia, es decir, a un contrato o relación laboral entre empleador y trabajador. Esto significa que la regulación debe tener en cuenta tanto el medio de prestación del servicio o la plataforma tecnológica, como el lugar desde donde se realiza el servicio, si es desde una casa o un auto, etc. Pero el problema es que aún existen muchas zonas grises en la regulación de esta modalidad de teletrabajo y trabajo a distancia”, explica el experto de la OIT.

Brechas digitales e IA, nuevos retos

“En general, si bien algunos jóvenes en América Latina pueden estar bien preparados para enfrentar los desafíos de la digitalización del trabajo y la inteligencia artificial, aún queda un largo camino por recorrer para garantizar que todos puedan luchar por nuevos derechos en esta nueva forma de organización del trabajo y tengan acceso a la educación, la capacitación y los recursos necesarios para prosperar en la economía digitalizada”, afirma Domínguez.

Un informe de la OIT señala que las transformaciones tecnológicas podrían exacerbar los desafíos que ya enfrentan los jóvenes latinoamericanos en el mercado laboral. Las brechas digitales o el acceso limitado a infraestructura adecuada jugarán un papel clave en su capacidad para acceder a empleos calificados, en particular en las zonas rurales donde la conectividad digital aún es un privilegio lejano.

“La gente de las zonas rurales no tiene ni ha tenido acceso al mundo digital. Todavía no tienen acceso a la electricidad, todavía no tienen acceso al agua potable, todavía no tienen acceso a una educación de calidad. Entonces, si no tienen acceso a estas cosas básicas, es mucho más difícil conectarlos digitalmente. Los jóvenes rurales están mucho más marginados. Y esto es así en todos los países de América Latina”, explica Mario Andrés Castrillón, vicepresidente de juventud de la Confederación de Trabajadores de Colombia.

“En esta era digital, vemos que los jóvenes tienen una tasa de desempleo mucho más alta. Podemos pensar que la era digital debería ayudarnos a reducir esta brecha, pero ese no ha sido el caso. A pesar de que los jóvenes están más conectados que nunca a Internet, las aplicaciones y otros [digital] “Si bien no cuentan con herramientas, esta conectividad no se traduce en oportunidades laborales. Pasan más tiempo consumiendo pero el desempleo juvenil sigue siendo muy alto en la región”, afirma.

La situación que enfrentan los jóvenes también se ha visto influenciada por la llegada de la IA, que si bien puede mejorar la eficiencia en algunos aspectos, también puede reemplazar roles que se automatizan fácilmente. Dada la incertidumbre que esto genera para el futuro del empleo, los jóvenes latinoamericanos necesitan urgentemente desarrollar habilidades de adaptabilidad y resiliencia que les permitan hacer frente a un mercado laboral en constante evolución.

“A medida que más jóvenes ingresan al mercado laboral digital, es importante garantizar que tengan acceso a empleos decentes con salarios justos, condiciones de trabajo seguras y protección social adecuada. Esto se puede lograr mediante la promoción de políticas y regulaciones que fomenten la formalización del empleo en plataformas digitales y la aplicación efectiva de los derechos laborales existentes”, afirma Domínguez.

Según Carella, la protección de la información personal de los trabajadores es otro de los aspectos centrales. “Sabemos que las empresas de plataformas digitales recopilan y utilizan muchos datos de los trabajadores y de los clientes. Datos personales, seguimiento de movimientos, evaluaciones, etc. Esta información se utiliza para refinar los algoritmos de aprendizaje automático de las plataformas. Y si los trabajadores no cumplen los estándares marcados por ese algoritmo, esta puede dejar de asignarles tareas o incluso decidir despedirlos”, afirma. Carella hace hincapié en la necesidad de regular el uso de los datos y establecer responsabilidades en la regulación de los algoritmos, que juegan un papel cada vez más importante en la toma de decisiones en torno al trabajo.

Domínguez también destaca la importancia de promover la participación activa de los trabajadores jóvenes en los procesos de toma de decisiones que afectan a sus derechos laborales.

Para lograrlo, considera fundamental fortalecer las organizaciones sindicales juveniles y promover un diálogo social más inclusivo. Según Domínguez, abordar adecuadamente los desafíos que plantean la digitalización y la inteligencia artificial en la era actual, y garantizar así un acceso más justo a empleos estables y dignos para las generaciones futuras, solo puede lograrse “a través de un enfoque colaborativo y equitativo”.

Este artículo ha sido traducido del español.