En la historia de ese crecimiento, los años noventa fueron claves. En el 95, la ciclovía comenzó a ser administrada por el Instituto Distrital de Recreación y Deporte —con Guillermo Peñalosa a la cabeza—, lo que significó un progreso no solo en su organización —se multiplicó el presupuesto, se aumentó su horario, se introdujeron más funcionales para su logística, entre otras medidas—, sino en la extensión de sus circuitos. Las rutas han crecido al punto de que hoy cubren casi la totalidad de localidades de la ciudad. “Bogotá tiene varias ciudades en su interior, y la ciclovía transita por todas ellas”, dice la socióloga Tatiana Gomescásseres, autora de una de las investigaciones más completas sobre el tema, titulada Deporte, juego y paseo dominical: el caso de la Ciclovía de Bogotá. En esos años noventa, como parte de una campaña que buscaba generar la apropiación de los ciudadanos, surgió también un jingle que quedó en la memoria de todos: “Bogotá no tiene mar, pero tiene ciclovía”.
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Hacia las diez de la mañana, el puesto de jugos de doña Concepción Molina, en la calle 60 con carrera 7.ª —en el conocido parque de los Hippies—, está lleno de clientes. Su hija le ayuda a atender mientras ella organiza algunas frutas. La gente va en busca de su salpicón, que ya tiene fama. Doña Concepción lleva veintisiete años con su local en la ciclovía. “Noto que cada año tiene más fuerza”, responde cuando le pregunto cómo ha visto evolucionar este espacio urbano. “Me gusta porque les da cabida a todas, todos y todos”, dice su hija, y con ese lenguaje incluyente describe una de las principales características de la ciclovía: está abierta a todas las personas.
¿Cuál es la primera palabra que les llega a la mente cuando piensan en la ciclovía? Interrumpo el recorrido de algunas personas, que corren o van en bicicleta, para preguntarles. Esto responde:
—Entretenimiento.
—Familia.
—Deporte.
—Descanso.
—Una alegría.
Algunos van con vestimenta deportiva estricta, otros incluso caminan en bluyín. Algunas montan bicicletas último modelo, otras recorren las calles en su vieja cicla de siempre. Muchos van concentrados, otros hablan y se detuvieron para tomarse una selfie. Padres con sus niños en coche. Parejas con sus perros al lado. En una esquina, una guía turística le explica a un grupo de seis japoneses de qué se trata la ciclovía. Ellos miran y toman fotos con sus celulares. Se alejan. Cada uno lleva en sus manos un paquete de Juan Valdez. Acaban de conocer, en estas calles, otro sello tan colombiano como el café.
La ciclovía se ha convertido en un espacio recreativo insignia de la capital colombiana. El modelo ha sido replicado en varias ciudades del mundo.
1.700.000
DE USUARIOS EN CICLOVÍA
Este es el promedio de personas que salen a las calles cada domingo a caminar, montar bicicleta, patinar o realizar actividades físicas.