En EL TIEMPO, 80 años de la primera publicación de Gabriel García Márquez

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    Desde que en su infancia en Aracataca entró en el dominio de sus primeras letras de la mano de su profesora Rosa Elena Fergusson, leyó un ejemplar descuadernado de Las mil y una noches y conoció por su abuelo la importancia del diccionario. Gabriel García Márquez apoyando a fondo la lectura como una pasiónteniendo durante años a la poesía como su principal obsesión lectora hasta cuando vivió la epifanía que le significó leer la metamorfosisde Franz Kafka, en junio de 1947. Así fue en Barranquilla, donde cursó, entre 1940 y 1942, los dos primeros años del bachillerato en el colegio San José de la Compañía de Jesús, y se dedicaba a leer de manera compulsiva.

    Como puede pasarles a muchos lectores obsesivos, el paso a la escritura pareció el curso natural, sobre todo cuando el oficio creativo se ve incentivado por un contexto favorable. Él mismo lo confiesa en sus memorias Vivir para contarla: “Desde mis comienzos en el colegio gané fama de poeta, primero por la facilidad con que me aprendía de memoria y recitaba a voz en cuello los poemas de clásicos y románticos españoles de los libros de texto, y después por las sátiras en versos rimados que dedicaba a mis compañeros de clase en la revista del colegio”.

    Estos versos aparecieron en la revista ‘Juventud’ del colegio San José en varios números a partir de septiembre de 1940 bajo el título Bobadas mías, nombre con el cual el mismo autor los bautizó al momento de ser preguntado por las autoridades del colegio acerca del origen y autoría de estos versos.

    Estos ejercicios poéticos de García Márquez y sus aportes a la revista eran apenas los de un adolescente con buen humor, ironía y cierto talento para la rima. En estas letras iniciales está la disposición para la burla propia del ‘mamagallismo’ caribeño, la caricatura ligera del mundo que lo rodeaba y un temprano ejercicio de uso de la escritura como una carta de presentación ante sus amigos y compañeros. Los versos en octosílabos sencillos, el metro más común y natural del idioma castellano y la base tradicional del romance español, permitían ser memorizados y recitados con gran facilidad y no es difícil imaginar a los compañeros de curso del autor recitándoselos mutuamente después de aprenderlos de memoria. .

    Con la influencia renovadora del piedracielismo, que ya había conocido desde su época barranquillera, con sus lecturas desbordadas de poesía y su experiencia componiendo versos para sus compañeros de escuela, el joven. ‘Gabito’ viajó a Bogotá y logró una beca en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, en 1943. Allí, su pasión por la poesía y las letras se profundizó, hasta llegar a convertirse en todo un poeta.

    Su temporada en Zipaquirá no solo representó su acercamiento directo con los poetas de Piedra y Cielo, sino que el escritor en ciernes pudo cursar sus años de bachillerato entregado por completo a su pasión por leer y escribir poesía, la que le inspiraban por torrentes las muchachas. zipaquireñas como Virginia Lora, Lolita Porras, Cecilia González Pizano o Berenice Martínez. A ellas dedicó García Márquez versos de amor y amistad, o escribió por interpuesta persona cuando hacía pequeños poemas que le encargaban sus amigos para regalar a sus propias novias.

    Otras voces

    En ese contexto, en diciembre de 1944, García Márquez publicó el poema Canción en las páginas literarias de EL TIEMPO, dirigidas por Eduardo Carranza. Esta fue no solo su primera publicación en un medio nacional, sino también su primer gran éxito literario, ya que significaba que estaba entrando con paso firme en este campo y se había ganado el espaldarazo del mismo capitán de Piedra y Cielo, Eduardo Carranza.

    Sobre las circunstancias de esta publicación existen varias versiones. Una, la del escritor Dasso Saldívar, en su libro biográfico sobre García Márquez, El viaje a la semilla:

    “(A) Canción (…) le cabe el honor de ser la primera publicación literaria de García Márquez: apareció editado el 31 de diciembre de 1944 en el suplemento literario de EL TIEMPO de Bogotá, que se dirigía entonces el poeta Eduardo Carranza. Su publicación en un suplemento tan prestigioso, que solicitaba todas las colaboraciones, tuvo que ver, sin duda, con el encuentro de Gabriel, hacia mediados de este año, con el mismo Carranza y Jorge Rojas, los capitanes de Piedra y Cielo. En el poema, Gabriel (Javier Garcés) se lamentaba de la trágica muerte, ocurrida meses antes, de su amiga Lolita Porras”.

    En EL TIEMPO, 80 años de la primera publicación de Gabriel García Márquez Foto:archivo

    Una cosa distinta cuenta el propio García Márquez en su autobiografía Vivir para contarla: “Cecilia Porras, mi cómplice en Zipaquirá, había convencido al poeta y ensayista Daniel Arango de que publicara una cancioncilla escrita por mí, con seudónimo y en tipografía de siete puntosen el rincón más escondido del suplemento dominical de EL TIEMPO. La publicación no me impresionó ni me hizo sentir más poeta de lo que era”.

    Gerald Martin, académico y otro de sus biógrafos, señala en García Márquez. Una vida: “El último día de 1944 (…) EL TIEMPO, el diario más importante de Colombia, publicaría en el suplemento literario uno de sus poemas, bajo el seudónimo de Javier Garcés. Esto ha dado pie a momentos embarazosos para su autor durante casi sesenta años, pero entonces probablemente le pareció un reconocimiento maravilloso a un muchacho de 17 años a quien le restaban dos para acabar la secundaria”.

    Independientemente de la valoración y las circunstancias de su publicación, lo cierto es que este poema es el más antiguo de los pocos que se conservan de García Márquez. En él narra el dolor del poeta ante la muerte de una joven amiga, Lolita Porras, y desarrolla motivos literarios que coinciden con los temas recurrentes de la poesía de Juan Ramón Jiménez, retomados por Piedra y Cielo, y del Siglo de Oro español. En el poema, el dolor y la añoranza se mezclan con el ambiente gris de niebla y lluvia que marcan la importancia del elemento climático tanto en esta composición, como un leitmotiv presente en toda la futura obra garciamarquiana.

    Llama la atención que sus apariciones en EL TIEMPO en esos años no se redujeron a este poema; se hace mención de su nombre en una noticia del diario del 28 de junio de 1945en la cual se menciona una serie de actos programados para la apertura de la Segunda Feria del Libro de Zipaquirá, entre los que se incluye como cuarto punto el “discurso del alumno Gabriel García”.

    También en diciembre de 1946 el periódico informa del grado de 25 bachilleres en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, y menciona con nombre propio al mejor alumno de esa promoción: Gabriel García Márquez.

    Otros poemas

    Por testimonios de sus compañeros de colegio y de la universidad, se sabe que GGM escribió decenas de poemas en esos años de 1944 a 1947; sin embargo, solo se conservan 14 de ellos, entre los cuales están La muerte de la rosa, Soneto casi insistente en una noche de serenatas, Drama en tres actos, Soneto matinal a una colegiala ingrávida, A la niña de los ojos azules, Geografía celeste y Poema desde un caracol.

    Uno de los casos más lamentables fue la pérdida de los varios poemas que escribió para Berenice Martínez, su novia adolescente más recordada de esa épocaa. Como contó la propia Berenice: “Después de que me casé, mi hermana Leonor decidió destruirlos y quemar los pedazos, porque, según ella, no estaba bien visto que una mujer casada conservara recuerdos de su novio”.

    Después de graduarse de bachiller a finales de 1946, Gabriel García Márquez se desarrolló en Bogotá y durante 1947, antes de sufrir la metamorfosis que lo convirtió en cuentista, el joven continuó escribiendo poesía, y como siempre, la lectura era su compañía predilecta, como lo había sido desde niño, y la poesía ocupaba el centro de sus tardes libres.

    En EL TIEMPO, 80 años de la primera publicación de Gabriel García Márquez Foto:archivo

    Además de leer poesías en las tardes muertas, su escritura de poemas no se detuvo. Gonzalo Mallarino, uno de sus compañeros más cercanos de esos años, lo retrata muy juicioso en clases escribiendo muy afanosamente mientras los profesores dictaban sus cátedras: “¿Sabe qué era lo que escribía Gabito? ¡Poemas!”.

    Y no solo continuó escribiendo poemas, sino que también logró ver publicada su poesía, esta vez en el periódico La Razón, dirigido por Juan Lozano y Lozano, adonde llegó a acompañar a sus condiscípulos de la Nacional Luis Villar Borda y Camilo Torres Restrepo en la sección ‘Poetas Universitarios’, de la página Vida Universitaria.

    Allí hizo algunos pinitos de periodismo como colaborador, los primeros en su largo ejercicio del oficio, y alcanzó a publicar a mediados de ese año dos de los poemas de su ingente producción.

    En los cafés de Bogotá, escuchaba desde lejos las disertaciones filosóficas y poéticas de León de Greiff, una de los rectores del gusto capitalino en ese momento. Y en la Universidad Nacional, Tuvo ocasión de escuchar las conferencias sobre el Siglo de Oro, una de sus mayores predilecciones literarias.del español Pedro Salinas, poeta de la llamada generación del 27 y uno de los miles de exiliados que salieron de España por la Guerra Civil y el ascenso del franquismo.

    Gustavo Adolfo Ramírez Ariza – Exdirector del Archivo de Bogotá



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